500 días juntos: La redención de las comedias románticas

Tom (Joseph Godon-Levitt) es un soñador que todavía cree en el destino y el amor. Summer es una resuelta e independiente joven que cree que éste no existe. Empiezan como amigos y terminan como algo más, pero… ¿qué son? Ese empeño por huir de las etiquetas empujará a Tom a un permanente estado de confusión y desasosiego.

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500 (días) juntos es un soplo de aire fresco para las típicas comedias románticas, inmersas en los mismos clichés durante años. Esa frescura que aporta el debut en la dirección de Marc Webb queda patente, en cada golpe de cámara, en la rapidez de sus giros y en su estructura narrativa, no lineal (estructura dislocada que recuerda a la cinta de Michael Gondry «¡Olvídate de mí!, de la que ésta es digna heredera), de la que se sirve para recorrer a su antojo los más y los menos de una relación que desde el comienzo del filme sabemos abocada al fracaso. Difícil, por tanto, la premisa de la que parte pero que sabe aprovechar gracias a esta estructura, manipulando al público y conservando en todo momento su atención. La licencia de Webb con la pantalla partida para mostrar las expectativas y la realidad, algo cutre pero una apuesta original. Original como el envoltorio con el que el realizador viste a la película, de estética y esencia independiente (se nota tanto en la excelente banda sonora como en el vestuario o algunos diálogos), para hacerla parecer diferente a las del género que desde el principio reniega pero del que se sirve en contadas ocasiones.

500En muchas reniega y en otras se burla del mismo (véanse las simpáticas intervenciones de Chlöe Moretz, hermana pequeña consejera en el amor, un esencial de las romcom al uso) pero termina cediendo licencias hasta que, con ese final convencional, cae en el mismo. Lo hace con sorna y de tapadillo, pero lo hace, lo cual contribuye a dejar un amargo sabor de boca para tan dulce e inteligente comedia. ¿Después de Summer viene Autumn? En serio…

El guión es una maravilla, ágil, de rápidos e inteligentes diálogos, simpático… Todo un aliciente que, en boca de los carismáticos y entrañables protagonistas gana enteros. Joseph Gordon-Levitt y Zoey Deschanel encajan a la perfección, tienen química entre ellos, esa estética indie en la que se apoya el filme y un encanto especial que facilita al respetable empatizar con ellos, ya sea con el bonachón e ingenuo protagonista como con la maquiavélica pero afable Summer.

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500 (días) juntos, en manos de Summer parece la previsible evolución de las screwball comedies de antaño y en las de Tom, la típica comedia condescendiente con su ingenio pero adorable protagonista. Es honesta en sus intenciones, es ligera y encantadora también, de esas que pasan sin hacer ruido pero se llevan un pedazo de ti sin que apenas te percates. Para la eternidad quedarán divertidos momentos del metraje como el momento post sexo de Gordon-Levitt (sonando «You make my dreams» de Daryl Hall y John Oates) o los profusos guiños cinéfilos (Annie Hall, El graduado…). Esta comedia romántica (para qué engañarnos) habla al corazón pero también apela al cerebro, haciendo una interesante y sutil reflexión acerca de la idealización del amor,  del continuo y, a veces, desmesurado esfuerzo por ser quien la otra persona quiere o necesita que seas y sobre la casualidad, de la que depende en gran medida, muchas de las cosas que son, fueron o simplemente están por venir.

500 (días) juntosestá lejos de ser perfecta pero revitaliza el género de las comedias románticas, hace que no seamos conformistas, las romcom no tienen que ser facilonas y tontas, pueden ser buenas manteniendo la esencia y siendo inteligentes.

Y para momentazos… este «musical» que se marca el bueno (y prolífico) Joseph Gordon-Levitt:

«What if»: ¿Pueden un hombre y una mujer ser amigos?

Wallace (Daniel Radcliffe) y Chandry (Zoe Kazan) se conocen en una fiesta y enseguida congenian. Surge una gran amistad entre ambos pero también un problema, la joven tiene novio y él se enamora de ella. ¿Será la amistad suficiente?

La canadiense «What if» («Amigos de más») intenta huir de la exitosa fórmula de la romcom americana, imitándola pero burlándose de los típicos y predecibles clichés de los que estas comedias románticas están inundadas. Emplea para ello diálogos inteligentes y divertidos pero… ¿será serán éstos suficientes para discernir el límite entre lo que quiere ser y de lo que quiere huir?

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La dirección de Michael Dowse es correcta y permite seguir la transición de la historia de forma sencilla. Pero sin duda lo que destaca es el guión, sometiendo a los protagonistas a diálogos ágiles, ingeniosos, nada sutiles pero disfrutables. Diálogos que elevan una historia plana en muchos aspectos y evolucionan a medida que la amistad entre los protagonistas progresan. La química entre Radcliffe y Kazan es otro de los atractivos de esta guilty pleasure, y queda patente desde la primera escena que comparten en la nevera, reinventando poemas con imanes.

Adam Driver, ganador de la Copa Volpi al Mejor Actor en el Festival de Venecia por «Hundry Hearts», interpreta el papel que le impulsó a la fama y con el que empezaron los reconocimientos,un secundario gracioso, directo y bruto que tiene razón en algunas de las cosas que dice pero no cómo las dice. Un papel en el que se siente sobradamente cómodo.

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Zoe Kazan está acertada dando vida a Chandry, un personaje simpático y con carisma al que le tiene cogida la medida. En cambio, Daniel Radcliffe parece tenso en todo momento. Risas incómodas y fuera de lugar, un personaje al que interpreta mesuradamente asemejándolo soso… El espectador puede terminar creyéndose las emociones de Wallace gracias a que el personaje de Kazan toma las riendas y roba cada escena en la que aparecen juntos. Radcliffe ha crecido, ha trabajado tanto en cine como en teatro para lograr deshacerse del personaje que le dio la fama, Harry Potter. Nunca fue el actor carismático que quisieron vender al público mientras interpretaba al joven mago, y ahora más crecidito, sigue sin conseguirlo. Sus interpretaciones son siempre planas y transparentes, permiten al respetable percatarse de lo que hace mal o, en su caso, de lo que debería hacer bien.

«Amigos de más» es entretenida, en ocasiones inteligente, pero no supera la etiqueta de guilty pleasure, un placer culpable que se disfruta pero del que, pasado el tiempo, nadie se acordará. Utiliza una fórmula simple, como la premisa de la cinta, y se burla de los clichés propios de este tipo de películas pero, al final, termina cayendo en ellos. Un final convencional, predecible desde el momento en el que el público lee el título lo demuestra. La química entre los personajes se agradece pero sus nombres terminan pareciendo un reclamo más del marketing. What if petende muchas cosas, pero no aporta nada nuevo, solo un buen rato. Las pretensiones se ven abocadas al fracaso cuando tras ellas solo hay intención pero no la actitud suficiente para impulsarlas.

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Es un filme que todo el mundo ha visto ya mil veces. ¿Pueden un hombre y una mujer ser simplemente amigos? Partiendo de esta base resume la amistad entre un hombre y una mujer, pero… ¿de verdad pretende hacer creer al respetable que ésta es posible para luego culminar la película con un final facilón, más que predecible? Lo cierto es que si parte de la intención de engañar a la platea, se da de bruces. La ausencia de algún giro sorprendente en la trama hace que sea eso de lo que huye, una entrañable pero prescindible romcom. Un guilty pleasure más, del montón.