Palma de Oro y palmarés del Festival de Cannes 2014

Un día antes de lo previsto La Croisette y todos los engalanados famosos que recorrieron estos días su alfombra roja dicen adiós al Festival de Cannes. Esa despedida se salda con el anuncio del palmarés. Algunos ansían llegar a ese momento y ver como logran alzarse con la cotizada Palma de Oro o en su defecto, con cualquiera de los otros premios que reparte el jurado. Pero otros temen ese instante en que la presidenta Jane Campion se levanta de su asiento para anunciar a los ganadores, y no es por otro motivo que por sentirse ya revocados en su derecho de lograr levantar el galardón.

La Costa Azul, foco de despilfarro de cantidades ingentes de dinero y sinónimo de lujo, se levantó para acoger con una gran ovación a los premiados.Algo intuíamos ya desde que supimos que la directora era Campion, de que alguna mujer aparecería en el palmarés, pero las primeras ideas apuntaban a Sissako y su bella epifanía de la muerte con «Still the Water». Por el contrario, quebrando cualquier vaticinio fue «La Meraviglie» (que cuenta en su reparto con Monica Bellucci) de Alice Rohrwacher l que se alzó con el Gran Premio del Jurado.

El Premio del Jurado fue ex-aequo por tanto, tanto el veterano Jean-Luc Godard (‘Adieu au langage’) como el jovencísimo y prolífico Xavier Dolan (‘Mommy’) compartieron el premio. Un premio que sabe a poco en el caso de éste último y que deja a la crítica bastanta disgustada.

El premio a la Mejor Interpretación Masculina fue para Timothy Spall por, según cuentan, su estupendo retrato del pintor que da vida al título de ‘Mr Turner’ de otro de los conocidos de Cannes, Mike Leigh.

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En Mejor Interpretación Femenina, en cambio, Marionne Cotillard vuelve a ver como se le escapa el premio por segundo año consecutivo (‘Rust and Bone’, 2013), desbancada por la reina del «mapa de las estrellas», Julianne Moore que, junto a Juliette Binoche, se convierte en la única actriz en ser premiada en los grandes Festivales de Europa, consiguiendo además del premio en Cannes el Oso de Plata en Berlín con ‘Las Horas’ y en Venecia con ‘Lejos del Cielo. ¿Estamos ante la primera candidata para el Oscar? Es el premio que le falta. (Que conste en acta, la crítica también ha puesto por las nubes la interpretación de Jessica Chastain en ‘La desaparición de Eleanor Rigby’).

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¿Quién se ha llevado el premio a Mejor Director? ¡¡Bennet Miller!! El director de Truman Capote vuelve a triunfar con ‘Foxcatcher’ que es una de las que dará que hablar en la temporada de premios, candidata, de momento, a todo en la gala de los Oscar (alabadísimas las interpretaciones de un irreconocible Steve Carrell y de Mark Ruffalo).

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¿Y el premio grande? ¿La Palma de Oro? ¡¡Sorpresa!! Parecía que el país de Vladimir Putin se la llevaría con ‘Leviathan’ de Andrey Zvyagintsev pero éste se tuvo que conformar con el premio a Mejor Guión, dejando la Palma de Oro en manos de Nuri Bilge Ceylan por su ‘Whinter Sleep’, que releva así a ‘La vida de Adéle’ como gran ganadora del Festival de Cannes 2014.

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Palma de Oro en Cannes, la turbadora historia de amor de La vie d’Adèle, es uno de los imprescindibles de 2013

Con Take Care de Beach House sonando, me dispongo a comenzar la crítica de La vie d’Adeèle de Abdellatif Kechiche. No sé ni por dónde empezar ante el torbellino de emociones que aún siguen conmigo después del visionado de la cinta francesa. Y es que pocas veces un director se ha atrevido a contar con semejante naturalidad tantas cosas y a su vez lograr plasmar tanta verdad, en cada gesto, en cada mirada, cada silencio… La clave del éxito del director tunecido ha sido el empleado de los primerísimos planos de todo pero en especial de la joven Adèle Exarchopoulos que los sostiene a la perfección, conquistando a la cámara y a Kechiche con su magnética presencia (haciéndose hasta con el nombre de la película) y que gracias a la conjugación de ambos elementos se consigue implicar al espectador, quien no solo no puede desviar la mirada de la pantalla, sino que llega a sentir en su propia piel lo que Adèle está sintiendo.

Y así, uno va asistiendo al crecimiento de Adèle, a su proceso de maduración, desde el instituto hasta su consolidación como profesora y todo ello a través de su relación con Emma, que permite apreciar su evolución tras las vueltas que le da la vida.

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La primera parte ahonda en la búsqueda de identidad de la protagonista, un viaje que, desorientada, realiza a la deriva. Probando pero sn encontrar la plenitud que le permita sentirse a gusto, ser quien verdaderamente es, porque ni ella misma lo sabe todavía. Paso de la adolescencia a la edad adulta, cuya transición comienza con el primer amor. Un amor a primera vista. Adèle se siente inmediatamente atraída por Emma (Lea Seydoux), la chica del pelo azul, atracción que es correspondida. Las une una intensa pasión, cuya explosión sensitiva hace vibra al público.

La burbuja de amor y pasión que ambas comparten durante unos años no es inmune al paso del tiempo, que en forma de celos, de soledad, incomodidad e incompresión comienza a hacer mella hasta hacerla estallar.

A partir de ahí llegará dos de las escenas más intensas e impactantes de la película. La primera, desoladora, lo hace en forma de discusión; la otra en una cafetería, refleja el dicho de «donde hubo fuego siempre quedarán cenizas», cenizas que con el desencadenante preciso, en este caso el contacto físico al que apelará la protagonista, pueden volver a reavivar las llamas. Pero al darse cuenta de que lo que quiere es el cuerpo y no el corazón, que ya no le pertenece a ella como antaño sino a ota persona, supone un duro golpe para Adèle que, destrozada, se verá obligada a dejar ir a Emma.

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En toda una vida, algunos son incapaces de entender el amor y sus curiosas formas de manifestarse. Kechiche no solo consigue entender una de esas formas y plasmar sus entresijos con una pasmosa veracidad, sino que va más allá, pues inquieta, turba, desgarra, porque logra implicar al público en el desarrollo de los sentimientos que surgen de una relación ajena a ellos. Observar durante las tres horas de metraje a un personaje tan puro y entregado como Adèle y una interpretación tan natural, tan cercana como la que nos brinda la actriz, hace que el espectador se encariñe con la protagonista, que la entienda y sienta con ella y por ello se ilusionan cuando se enamora, disculpa sus errores y sufre cuando le rompen el corazón. La platea no solo se emociona, sino que empatiza y mientras el fin transcurre, ya están condenados al vaivén de sensaciones del huracán Adèle.

Para finalizar, como no podía ser de otro modo, suena I follow rivers de Lykke lii, me quedo con las palabras de Robbie Collin de Telegraph: «te das cuenta de que la película te ha ganado el corazón sin realmente pedirlo, y sales del cine echando de menos el amor». Y uno no presencia una historia entre dos mujeres, que también, sino que asiste además a una de las mejor narradas y más bellas historias de amor que jamás se han rodado. Y por eso merece la pena, y así, podemos entender por qué  Spielberg se conmovió e hizo que tanto el título francés, como su director y ambas protagonistas se alzasen con la cotizada Palma de Oro en Cannes, porque a nosotros nos pasó lo mismo, y nos sentimos agradecidos por amar el cine.

Sin lugar a dudas, es uno de los títulos imprescindibles del 2013.

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