‘Gone Girl’: Las apariencias engañan

El día de su quinto aniversario Nick Dunne (Ben Affleck) descubre que su esposa ha desaparecido. Con un más que convencional punto de partida David Fincher (Seven, Zodiac, La Red Social) desconcierta y encamina hacia un inevitable engaño permanente al público. Fincher manipula a sabiendas, y juega con el impecable argumento de la novela homónima adaptada por la propia autora, Gylliam Flynn, durante las más de dos horas y media de metraje.

Parte de un argumento cuya factura melodramática engatusa a una platea que, si no leyó la novela, caerá en la trampa que el realizador americano pretendidamente le prepara.

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Comienza la investigación policial y la más que sospechosa actitud de un marido al que cabría esperar afligido hace que los medios de comunicación condenen desde el principio a su culpable. La presión mediática con la que esos medios señalan a Nick Dunne, aboca al a la opinión pública de la ficción y al público real hacia constantes torsiones argumentales que, en más de uno, provocarán quebraderos de cabeza.

El juego de espejos con el que Fincher presenta el punto de vista del esposo sobre el que recaen todas las sospechas y el de su mujer desaparecida (una Rosamund Pike que juega su mejor carta interpretativa hasta el momento) que, a través de la narración en primera persona de extractos de su diario permite al director explotar su ingeniosa capacidad para el suspense, cautiva a los espectadores, les hace sospechar y dudar de todo lo que ven… Para terminar colándosela igualmente.

2Intachable factura técnica de una película en la que, en este caso, la balanza no se inclina en favor del director. Fincher supo entender la historia que quería contar y asumió un segundo plano necesario, priorizando el espectacular guión de Gyllian Flynn que, presumiblemente, estará en todas las quinielas a mejor guión adaptado en los premios Oscar.

Giros argumentales constantes, sorpresas inimaginables (alguna más que disfrutable)… Gone Girl es una comedia negra audaz, perturbadora y maliciosamente divertida, con un sentido del humor muy particular, oscuro. Al igual que su fotografía, a cargo de Jeff Cronenweth, y su sonido a contracorriente (con sus ya asiduos colaboradores Trent Reznor y Atticus Ross al mando) contribuyen a enfatizar ese tono inquietante que Fincher pretende, realzando por momentos y manteniendo durante todo el metraje el suspense.

Bajo el aparente romanticismo que se espera de un marido cuya mujer ha desaparecido, algo totalmente diferente. Una comedia negra perversa e inteligente cuyas conclusiones el realizador deja sabiamente en el aire.

¿Es Perdida una crítica a la espectacularidad con la que los medios de comunicación juzgan y criminalizan según les convenga? ¿Lo es sobre el final del amor y el matrimonio? ¿Sobre la facilidad con la que la opinión pública condena cuando la presión mediática apunta con el dedo? ¿O sobre cómo unos padres que se lucran vendiendo la vida de su hija pueden condenar a la paranoia? Gone Girl tiene algo de todo de eso, pero mucho más. Fincher imparte una lección magistral manejando con maestría esos dispositivos que incrementan el suspense de la trama con la pretensión de desafiar las expectativas del espectador, atrapándolo en un thriller que, por momentos, llega a ser paranoico, como alguno de sus protagonistas. Atrapa al espectador y se sirve después de los juicios emitidos por los medios de comunicación y de las pistas falsas que como migajas de pan ha ido repartiendo a lo largo de toda la trama para desmontar el propio relato en un giro ya nada convencional.

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Se sirve, además de unos personajes secundarios a los que no condena al simple acompañamiento de los principales. Secundarios con verdadero peso en la trama que, aunque en un segundo plano, influyen en la misma casi tanto como los protagonistas. Ben Affleck está (¿por primera vez?) más que correcto como Nick Dunne, con un papel que le viene como anillo al dedo. Su poca expresividad facial contribuye a la pretendida ambigüedad de su personaje. Pero si alguien destaca es Rosamund Pike como la increíble Amy, presentando un increíble registro interpretativo. Pike sostiene el peso de la trama con una pasmosa facilidad, un increíble tour de force de la británica que debería reservarle un puesto privilegiado como candidata en los premios de la Academia.

Papel femenino potente

Muchas son las controversias generadas por la película de David Fincher, algunas, como siempre, más acertadas que otras. La polémica actuación de los medios de comunicación es una de ellas. Pero… Son muchos los que han tachado de misógina a la película. ¿Lo es realmente? No. Continuamente se reivindican papeles femeninos potentes, donde las actrices puedan por fin demostrar su savoir faire y no permanecer a la sombra de un personaje masculino, devenir habitual en la actualidad cinematográfica. Este es uno de ellos. Que la personalidad de la protagonista sea más oscura de lo que acostumbramos a ver en pantalla no debe empañar la interpretación de Rosamund Pike, que se luce como nunca había hecho, ni el papel que tanto Gyllian Flynn como Fincher han tejido con maestría para ella. No todas las mujeres son tan buenas ni simpáticas como algunas películas pretenden. La cuestión no está en los matices del personaje, sino en el peso que sobre el mismo recae, algo nada habitual en una industria tan patriarcal como suele ser el cine y que conviene apreciar y reivindicar cuando se tiene la ocasión. Y esta lo es. No conviene desmerecer este tipo de papeles, sino disfrutarlos.

Ser una tía guay significa que soy una mujer sexy, inteligente y divertida a la que le encanta el fútbol, el póker, los chistes guarros y que eructa, que juega a los videojuegos, bebe cerveza barata, le gustan los tríos y el sexo anal, y se atiborra de perritos calientes y hamburguesas como si estuviese protagonizando la mayor orgía culinaria del mundo, mientras, de alguna forma, consigue mantener una talla XS, porque las tías guays son por encima de todo sexis. Están buenas y son comprensivas. Las tías guays nunca se enfadan; solo sonríen con desazón, de una forma encantadora, y dejan a sus hombres hacer lo que les dé la gana […].

Los hombres creen que esta chica existe. Quizá estén engañados porque hay muchas mujeres que están dispuestas a fingir que son esa chica. Durante mucho tiempo, las ‘tías guays’ me han irritado. Veía a los hombres –amigos, compañeros, extraños– atontados por estas horribles mujeres falsas y quería sentarlos y decirles calmadamente: ‘No estas saliendo con una mujer, estas saliendo con una mujer que ha visto demasiadas películas escritas por hombres socialmente ineptos a los que les gusta pensar que este tipo de mujer existe y que les besará’.

Puede que Perdida (Gone Girl) no se haga con una de las nominaciones a mejor película en los Oscar (todos sabemos que las películas oscuras no suelen ser del gusto de los académicos) pero eso no la hace peor película. Puede que la labor de dirección de Fincher no sea tan palpable como en otros de sus anteriores filmes, pero eso tampoco debería ser razón de peso para renegar de ella. Al contrario, es de agradecer que un director entienda el papel que un filme espera de él y lo acate, sobre todo en un mundo en el que cada vez más los realizadores quieren dejar una marca personal en cada una de sus películas, sin importar que eso pudiera perjudicar a la misma. El segundo plano de Fincher está justificado y se agradece su sacrificio en arias de la cinta.

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El doblaje del título hace que muchas connotaciones del mismo se pierdan en el camino pero la forma en que en Gone Girl se dosifica el thriller a lo largo de todo el metraje con precisión quirúrgica no deja de ser admirable. Esta comedia negra adopta una perspectiva insólita y tiene escenas memorables. Es desconcertante, políticamente incorrecta, traviesa y manipuladora. Pero también maliciosamente divertida e inteligente. Un must. Y para los que no hayan leído la novela… Es todavía mejor.

El filme predica eso de que las apariencias engañan… Y nosotros encantados de que lo hagan.

«Thelma&Louise», reivindicando más papeles con mujeres protagonistas

thelma-louise-ps061Dos mujeres, un Thunderbird verde descapotable del 66 y muchos kilómetros por recorrer. Thelma (Geena Davies) decide dejar a un lado su monótona vida doméstica e irse de fin de semana con la decidida Louise (Susan Sarandon) , harta de que su novio huya del compromiso. Una serie de imprevistos harán que su sencillo plan de evasión de un giro de 180 grados. La prioridad entonces será huir en ese Ford y salir del Estado, llegar a México y sentirse, de una vez por todas, a salvo de los fantasmas que las persiguen.

Maridos que no valoran a sus mujeres, aburrimiento, soledad, frustración… Muchos son los factores que motivan a las dos antiheroínas de esta historia a emprender un viaje del que no habrá marcha atrás. Una road-movie en la que se van sucediendo situaciones a las que las protagonistas deberán, por fin, hacer frente. Es en ese momento cuando sus verdaderos caracteres salen a la luz, cuando el público las empieza a conocer de verdad. Thelma, sumisa, ingenua y «patosa» al principio se desmelenará durante el viaje, dejando traslucir una faceta hasta el momento oculta, creciéndose y hasta hallando regocijo al enfrentarse a los obstáculos que se imponen en su camino. En cambio a Louise, la voz cantante de las amigas desde el comienzo del filme, esas problemáticas irán haciendo poco a poco mella en su férreo carácter y pasará de ser una mujer aparentemente fría y dura a desmoronarse, cediendo el testigo de decir a su compañera, antaño incapaz de ejercer dicho poder.

Secundarios de lujo como un jovencísimo Brad Pitt que no duda en aprovechar su encanto para robar a las viajeras o Harvey Keitel, un policía implicado con el caso que tiene que investigar, el único capaz de dejar al margen prejuicios acerca de las sospechosas y lograr empatizar con ellas, intentando en vano ayudarlas.

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Una película que generó controversia allá donde se proyectó en 1991 por la relación entre ambas protagonistas, en muchos casos malinterpretada, y por su pretendida defensa del feminismo, del poder de la mujer, de su independencia.

Thelma and Louise 1La emancipación de la mujer y el feminisimo no son los únicos temas que Ridley Scott abarca en esta cinta, también la amistad, motor que da fuelle al Thunderbird en el que Thelma y Louise viajan y la libertad, destino final y verdadero que ambas ansiaban, incapaces después de un itinerario que les cambió la existencia, de volver a sus rutinarias vidas. Scott labra un final ejemplar. El público, probablemente esperando el golpe de suerte definitivo para con estas dos emprendedoras, no quiere creerse el sino al que ambas están abocadas. El realizador consigue que, pese a las cuestionables actitudes de las protagonistas, el respetable empatice y sienta simpatía por ellas. Durante todo el metraje se le prepara para una feel-good movie que, finalmente no termina de ser. Pero eso no hace que el público se sienta estafado porque, quizás el final, aunque triste, es lo que las protagonistas -con las que el público se ha encariñado durante 128 minutos- necesitan. Es un final dramático, pero no se regodea en el drama, no cae en el melodrama de telefilme de sobremesa, culminando el filme con un fundido en blanco que infunde por fin la paz para ellas. El destino fatal al que se ven abocadas no hace sino infundir en el público admiración por unas protagonistas que en contra de lo preestablecido tuvieron el coraje de decidir su futuro y no dejarlo al azar.

La espléndida fotografía de Adrian Biddle y la dirección, se completan con las magníficas y carismáticas interpretaciones de Susan Sarandon y Geena Davies -ambas nominadas al Oscar como protagonistas- que vieron como Jodie Foster les ganaba el pulso por hacerse con la estatuilla al enfrentarse al caníbal Anthony Hopkins en «El silencio de los corderos». El savoir faire de Ridley Scott compagina a la perfección el protagonismo de ambas, repartiéndolo casi prácticamente a partes iguales y, de fondo, suena la banda sonora compuesta por el mítico Hans Zimmer. Un caramelo. A pesar de todos sus puntos fuertes, de las seis nominaciones con las que contaron solo una se transformó en galardón, un merecido premio por el guión original de Callie Khouri.

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«Thelma&Louise» demuestra que sí es posible hacer buenos papeles femeninos, algo a reivindicar en la actualidad. Inmersos de lleno en el siglo XXI las mujeres todavía se ven relegadas a papeles secundarios o sumisos a estereotipos ya cansinos. Ya han pasado más de dos décadas desde que se realizó este filme, y algunas películas han tomado el relevo que ésta emprendió pero aún queda mucho para que la igualdad entre hombres y mujeres se reafirme en el espectáculo cinematográfico, y también en la sociedad.

Dos mujeres, un Thunderbird verde descapotable y una carretera sin final. Ellas no pudieron pero tuvieron el coraje de intentarlo, ¿quién se atreve ahora?

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500 días juntos: La redención de las comedias románticas

Tom (Joseph Godon-Levitt) es un soñador que todavía cree en el destino y el amor. Summer es una resuelta e independiente joven que cree que éste no existe. Empiezan como amigos y terminan como algo más, pero… ¿qué son? Ese empeño por huir de las etiquetas empujará a Tom a un permanente estado de confusión y desasosiego.

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500 (días) juntos es un soplo de aire fresco para las típicas comedias románticas, inmersas en los mismos clichés durante años. Esa frescura que aporta el debut en la dirección de Marc Webb queda patente, en cada golpe de cámara, en la rapidez de sus giros y en su estructura narrativa, no lineal (estructura dislocada que recuerda a la cinta de Michael Gondry «¡Olvídate de mí!, de la que ésta es digna heredera), de la que se sirve para recorrer a su antojo los más y los menos de una relación que desde el comienzo del filme sabemos abocada al fracaso. Difícil, por tanto, la premisa de la que parte pero que sabe aprovechar gracias a esta estructura, manipulando al público y conservando en todo momento su atención. La licencia de Webb con la pantalla partida para mostrar las expectativas y la realidad, algo cutre pero una apuesta original. Original como el envoltorio con el que el realizador viste a la película, de estética y esencia independiente (se nota tanto en la excelente banda sonora como en el vestuario o algunos diálogos), para hacerla parecer diferente a las del género que desde el principio reniega pero del que se sirve en contadas ocasiones.

500En muchas reniega y en otras se burla del mismo (véanse las simpáticas intervenciones de Chlöe Moretz, hermana pequeña consejera en el amor, un esencial de las romcom al uso) pero termina cediendo licencias hasta que, con ese final convencional, cae en el mismo. Lo hace con sorna y de tapadillo, pero lo hace, lo cual contribuye a dejar un amargo sabor de boca para tan dulce e inteligente comedia. ¿Después de Summer viene Autumn? En serio…

El guión es una maravilla, ágil, de rápidos e inteligentes diálogos, simpático… Todo un aliciente que, en boca de los carismáticos y entrañables protagonistas gana enteros. Joseph Gordon-Levitt y Zoey Deschanel encajan a la perfección, tienen química entre ellos, esa estética indie en la que se apoya el filme y un encanto especial que facilita al respetable empatizar con ellos, ya sea con el bonachón e ingenuo protagonista como con la maquiavélica pero afable Summer.

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500 (días) juntos, en manos de Summer parece la previsible evolución de las screwball comedies de antaño y en las de Tom, la típica comedia condescendiente con su ingenio pero adorable protagonista. Es honesta en sus intenciones, es ligera y encantadora también, de esas que pasan sin hacer ruido pero se llevan un pedazo de ti sin que apenas te percates. Para la eternidad quedarán divertidos momentos del metraje como el momento post sexo de Gordon-Levitt (sonando «You make my dreams» de Daryl Hall y John Oates) o los profusos guiños cinéfilos (Annie Hall, El graduado…). Esta comedia romántica (para qué engañarnos) habla al corazón pero también apela al cerebro, haciendo una interesante y sutil reflexión acerca de la idealización del amor,  del continuo y, a veces, desmesurado esfuerzo por ser quien la otra persona quiere o necesita que seas y sobre la casualidad, de la que depende en gran medida, muchas de las cosas que son, fueron o simplemente están por venir.

500 (días) juntosestá lejos de ser perfecta pero revitaliza el género de las comedias románticas, hace que no seamos conformistas, las romcom no tienen que ser facilonas y tontas, pueden ser buenas manteniendo la esencia y siendo inteligentes.

Y para momentazos… este «musical» que se marca el bueno (y prolífico) Joseph Gordon-Levitt:

«What if»: ¿Pueden un hombre y una mujer ser amigos?

Wallace (Daniel Radcliffe) y Chandry (Zoe Kazan) se conocen en una fiesta y enseguida congenian. Surge una gran amistad entre ambos pero también un problema, la joven tiene novio y él se enamora de ella. ¿Será la amistad suficiente?

La canadiense «What if» («Amigos de más») intenta huir de la exitosa fórmula de la romcom americana, imitándola pero burlándose de los típicos y predecibles clichés de los que estas comedias románticas están inundadas. Emplea para ello diálogos inteligentes y divertidos pero… ¿será serán éstos suficientes para discernir el límite entre lo que quiere ser y de lo que quiere huir?

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La dirección de Michael Dowse es correcta y permite seguir la transición de la historia de forma sencilla. Pero sin duda lo que destaca es el guión, sometiendo a los protagonistas a diálogos ágiles, ingeniosos, nada sutiles pero disfrutables. Diálogos que elevan una historia plana en muchos aspectos y evolucionan a medida que la amistad entre los protagonistas progresan. La química entre Radcliffe y Kazan es otro de los atractivos de esta guilty pleasure, y queda patente desde la primera escena que comparten en la nevera, reinventando poemas con imanes.

Adam Driver, ganador de la Copa Volpi al Mejor Actor en el Festival de Venecia por «Hundry Hearts», interpreta el papel que le impulsó a la fama y con el que empezaron los reconocimientos,un secundario gracioso, directo y bruto que tiene razón en algunas de las cosas que dice pero no cómo las dice. Un papel en el que se siente sobradamente cómodo.

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Zoe Kazan está acertada dando vida a Chandry, un personaje simpático y con carisma al que le tiene cogida la medida. En cambio, Daniel Radcliffe parece tenso en todo momento. Risas incómodas y fuera de lugar, un personaje al que interpreta mesuradamente asemejándolo soso… El espectador puede terminar creyéndose las emociones de Wallace gracias a que el personaje de Kazan toma las riendas y roba cada escena en la que aparecen juntos. Radcliffe ha crecido, ha trabajado tanto en cine como en teatro para lograr deshacerse del personaje que le dio la fama, Harry Potter. Nunca fue el actor carismático que quisieron vender al público mientras interpretaba al joven mago, y ahora más crecidito, sigue sin conseguirlo. Sus interpretaciones son siempre planas y transparentes, permiten al respetable percatarse de lo que hace mal o, en su caso, de lo que debería hacer bien.

«Amigos de más» es entretenida, en ocasiones inteligente, pero no supera la etiqueta de guilty pleasure, un placer culpable que se disfruta pero del que, pasado el tiempo, nadie se acordará. Utiliza una fórmula simple, como la premisa de la cinta, y se burla de los clichés propios de este tipo de películas pero, al final, termina cayendo en ellos. Un final convencional, predecible desde el momento en el que el público lee el título lo demuestra. La química entre los personajes se agradece pero sus nombres terminan pareciendo un reclamo más del marketing. What if petende muchas cosas, pero no aporta nada nuevo, solo un buen rato. Las pretensiones se ven abocadas al fracaso cuando tras ellas solo hay intención pero no la actitud suficiente para impulsarlas.

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Es un filme que todo el mundo ha visto ya mil veces. ¿Pueden un hombre y una mujer ser simplemente amigos? Partiendo de esta base resume la amistad entre un hombre y una mujer, pero… ¿de verdad pretende hacer creer al respetable que ésta es posible para luego culminar la película con un final facilón, más que predecible? Lo cierto es que si parte de la intención de engañar a la platea, se da de bruces. La ausencia de algún giro sorprendente en la trama hace que sea eso de lo que huye, una entrañable pero prescindible romcom. Un guilty pleasure más, del montón.

La deliciosa Begin Again, de John Carney

Gretta (Keira Knightley), una joven con alma de cantante, se hunde después de que su novio Dave (Adam Levine), un cantante con alma de estrella, la abandone por otra y la pierda en favor el éxito. Pero será gracias a un amigo y a Dan, un productor en la estacada (Mark Ruffalo) cuando Gretta siga su vocación y encuentre la felicidad. Dan, tras los golpes de la vida, vuelca sus penas en el alcohol pero, tras ser despedido, sus tumbos -literalmente, de borracho- hacen que se tropiece con el talento natural de la joven. Gracias a la capacidad imaginaria del productor para introducir los instrumentos necesarios para que las canciones alcancen la plena calidad, ambos se embarcan en una aventura por Nueva York, grabando, a lo nómada, un disco.

Begin-Again-2El primer filme americano bajo la batuta del irlandés John Carney mantiene la sintonía con el que le encumbró (‘Once’). Es una cinta sencilla, sin artificios, sincera pero con una crítica a la industria dicográfica que no pasa desapercibida. con todo, es capaz de captar la atención del público casi desde el principio (los primeros veinte minutos son quizás lo más tedioso de los 104 que componen el filme).
Al contrario que en la mayoría de las películas, en ésta el sonido embriaga, hace al respetable partícipe de lo que se desarrolla en pantalla y lo emociona. La música aquí no es un mero acompañante, es una de las protagonistas. Hay una escena en la cinta que lo refleja perfectamente. Los dos protagonistas recorren la ciudad de Nueva York por la noche y ambos escuchan la música del móvil de Gretta con un cable que sirve para conectar ambos cascos. Al igual que com cualquier persona habrá hecho millones de veces en su vida, el sonido que sale del reproductor hace que la estampa se perciba de forma diferente, se siente de otra forma. Y John Carney sabe captar ese momento a la perfección, no solo aquí, sino en todo el filme, haciendo que perdure esa sensación. El respetable contempla la película como la realidad cotidiana de una calle, o una escena nada ajena a los ojos de cualquier mientras pasea por una ciduad. La diferencia es que al igual que sucede con los protagonistas, la banalidad de esa realidad se transforma gracias al sonido en una perla, como vienen más o menos a decir el personaje al que interpreta Mark Ruffalo. El público, gracias a la música, ve la película desde otra perspectiva y ésta adquiere connotaciones diferentes que la hacen más entrañable. Y así, esta cinta, al igual que la realidad, podría haber caído en saco roto en manos de otro y verse relegada a la banalidad de una romcom del montón, pero John Carney la hace especial.

cascos‘Begin Again’ es como una nota musical, como una de color, el público además de verla, la siente y saldrá con una sonrisa de la sala. La feel good movie del verano sin ninguna duda.
Parafraseando el título original «Can a song save your life?», quién sabe, pero lo que es cierto es que sí puede hacer mejor una película.
Cabe destacar el trabajo en fotografía de Yaron Orbach que brinda unas instantáneas dignas de recuerdo y, por supuesto, la interpretación de los protagonistas, cuya química traspasa la pantalla y cuaja a la perfección con la sintonía de la cinta. La película es optimista en exceso, y más comercial que su predecesora ‘Once’ (se nota que Wenstein está detrás de la producción), así y todo te la crees. Y te gusta. Te cautiva. Y sales satisfecho. Y mucho.

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The Deer Hunter (El cazador), de Michael Cimino

La mitad de un grupo de amigos que trabajan en la siderurgia se ven, tras la boda de uno de ellos, abocados a una precipitada guerra en Vietnam. Las vicisitudes vividas allí los transformarán para siempre.

imagesMichael Cimino capta perfectamente ese hilo invisible que traza la amistad y refleja las consecuencias que las torturas a las que son sometidos Nick (Christopher Walken), Steven (John Savage) y Mike (Robert de Niro) desencadenan. El dolor, tanto físico como psicológico, trastornará las personas que un día fueron, causándoles daños irreparables.

Uno de ellos se muestra más cómodo en la quietud de cerrarse en sí mismo, cuando antes era el alma del grupo; otro, después de los daños físicos sufridos durante el conflicto vietnamita, se siente inservible y una carga para la sociedad; mientras que el  tercero de ello pierde completamente la razón y tienta a la suerte con el «juego» que le transformó.tdh2

Cuando los combatientes retornan del conflicto bélico, la amistad infranqueable que les unía antaño ya no es la misma, ha cambiado porque el tiempo hace mella en ella, enfriando las cosas, y porque estos amigos ya no son las personas que fueron en otros tiempos, lo que abre el camino a la incomodidad, que se instala a sus anchas. Pero aunque los horrores de una guerra puedan con todo, incluso con algo tan poderoso como una amistad, aún se perciben descorazonadores intentos por restituirla.

Todo ello maridado con una creciente historia de amor entre uno de ellos y la antigua novia de otro, una relación que vaga a la deriva entre el anhelo y el resquemor, entre el miedo y la traición pero que solo haya consuelo en la compañía mutua.lg_deer-hunter

Sentimientos como la fidelidad, el amor, la amistad, el coraje, la violencia… Son tratados en este filme con la crudeza propia de la realidad, sin artificios, pero con una maestría sutil por parte de su director que ayudado de un espectacular reparto (John Cazale, Robert de Niro, Meryl Streep, John Savage y un colosal Christopher Walken que se alzó en 1978 con la preciado estatuilla de mejor secundario) que con sus actuaciones facilitan la tarea de transmitir lo que la película pretende.

Tantas películas de guerras y casi ninguna ha sido capar de captar como ésta las consecuencias de un conflicto.

La metáfora de «un solo tiro» del cazador y la ruleta rusa, vinculando ambas con la guerra merecería una entrada aparte por lo compleja y certera que resulta.

 

Cold Mountain, de Anthony Minghella

Bucólica odisea de Inman (Jude Law), un hombre que, después de participar en la Guerra de Secesión estadounidense, se somete a las vicisitudes que de su condición de disidente se derivan, para llegar a Cold Mountain junto a su amada (Nicole Kidman) que, con las desgracias y escaseces que la contienda provoca se las apaña como puede gracias a la contribución de una afable y dispuesta muchacha llamada Ruby (René Zellweger).

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En general las interpretaciones  del filme son buenas, alguna quizás pasada de rosca por la excesiva emotividad con la que afronta la mayor parte de su aparición en pantalla.

La trama, por momentos resulta poco creíble, quizás por la anodina relación amorosa de sus protagonistas, demasiado inmediata y superficial como para desencadenar semejante empeño por el reencuentro.

A pesar de ello, la película resulta satisfactoria, se ve con ganas y su visionado es sumamente agradable.

Tiene emoción, buenas actuaciones y momentos simpáticos (las escenas de René Zellweger, que consiguió la estatuilla como mejor secundaria y Philip Seymour Hoffman) pero quizás resulten sobrevaloradas las siete nominaciones al Oscar con las cuenta.

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Bajo la misma estrella, de Josh Boone

Adaptación de la revolucionaria novela de John Green, cuenta una historia que dará un vuelco al esquema clásico de un filme amoroso.

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Hazel Grace Lancaster, es una chica sencilla y sarcástica de diecisiete años, pero no es una adolescente al uso, padece cáncer, lo que diferencia sus motivaciones de las de otros de su edad. Por petición de su madre, preocupada por la vida de ermitaño a la que ve abocada a su hija, asiste a un grupo de apoyo para jóvenes en su misma situación, “en el corazón de Jesús, literalmente”. Un tropiezo accidental y Augustus Waters se cruza en su camino, un chico arrogante y creído pero terriblemente sensible y ¿atractivo?, y ambos conectan al instante. Las dificultades por las que ambos han pasado les unen, motivándolos lo suficiente como para emprender juntos una vida sutilmente diferente a la que llevaban y que cambiará su modo de ver las cosas. Una vida que puede y ha de marcarles para siempre. Ambos redescubrirán como vivir y aprenderán a amar a pesar de todos los impedimentos que tengan de por medio.

Una romcom con enfermedad de por medio, una typical american teenager que, a su vez, se aleja levemente de las comedias al uso es gracias al estilo de la novela de John Green que le da la “vuelta a la tortilla” y que adapta fielmente al formato audiovisual Josh Boone.

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Lo más destacable son algunos de los ingeniosos diálogos (sin molestarse en modificar los del original), una banda sonora que evoca esos filmes de corte independiente de los que su protagonista es conocedora y que merece la pena escuchar y por supuesto, ella, Shailene Woodley, creciendo cada vez que sale en pantalla y cautivando al público con su expresividad, capaz de transmitir muchas cosas sin decir nada… Consigue lo que muchos actores buscan durante toda su trayectoria y no consiguen encontrar, naturalidad. Una heroína o incluso antiheroína que enrola magníficamente su papel al frente del filme. ¡Por fin una mujer “corriente” (entiéndase como diferente a las protagonistas de recientes blockbusters) como protagonista!

Su compañero de reparto, Ansel Elgort está muy bien por momentos, pero en cuanto la trama requiere algo más de él y se cruza el aspecto dramático en su camino su actuación pierde impulso y se desvanece, nada memorable.

3La película vadea la profundidad sin prestarle mucha atención, sensible pero inteligente, consiguiendo evadir la absurdez lacrimógena en la que podría haber caído. Aunque las pretensiones de su autor acariciasen la idea de aconsejar a la gente cómo vivir sus vidas, cómo afrontar las duras circunstancias que esta impone, su vocación de conmover resulta clara, y como recompensa la platea se deja llevar, haciendo que para el más escéptico resulte una peripecia salir de la sala entre el mar de lágrimas desencadenado.

Con todo, pros y contras incluidos, la sencillez y audacia del relato original convierten en un éxito, no muy exigente, la película.

 

«The Kings of Summer»: Why live when you can rule?

Tres adolescentes, hartos de las limitaciones impuestas por sus padres deciden emprender por sí solos una aventura, independizándose en una cabaña -que ellos mismos construyen- en el bosque. ¿Para qué vivir bajo la batuta paterna cuando pueden mandar sobre sí mismos, bajo sus propias reglas?

Esta peripecia hará que aprendan a madurar en los meses que dura el estío, que se forjen como personas y comienzan a valorar las cosas tal y como son, no como esperan que sean. Bajan a la tierra. Maduran de forma precipitada.

Aprenden a percatarse de que las cosas no llegan después de una jornada aguardando por ellas, hay que salir ahí fuera y esforzarse por conseguirlas. Nada llega con tan solo quererlo.

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La hazaña que emprenden los jóvenes, les hará enfrentarse con la realidad con la que batallaban tan arduamente, con el único avituallamiento de unas armas improvisadas para la ocasión y con resultados a veces frustrantes.

Se defraudarán entre ellos y a sí mismos, pero también aprenderán a forjar verdaderas amistades, y aprenderán su valor.
Lo que parecía una gamberrada se convierte finalmente en una estimable lección de vida.

Claramente «The Kings of Summer» bebe de grandes (e inigualables, dicho sea de paso) clásicos como «Cuenta conmigo» y a pesar de su eficacia y potentes gags (muy bien Moises Arias), no llega a la altura de la obra del maestro Rob Reiner. Las comparaciones solo sirven, en este caso, para ensombrecer a ésta última.

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A pesar de sus vicisitudes, el filme es realmente agradable y merece la pena su visionado. En ocasiones, los directores americanos tiene un curioso talento para entender y reflejar en las películas las etapa de la adolescencia (absténganse institutos…)Es de esas películas que dejan un buen sabor de boca, de esas que se ven con una sonrisa.

En lo entrañable y sencilla que es radica su valor. Una de las imprescindibles del 2013.

‘X-Men: Days of Future Past’: ¿mucho hype y pocas nueces?

Con la frase del título en la mente salieron, con toda seguridad, muchos espectadores de las sales de cine. Un reparto de lujo, mutantes y la esperanza de ver al mejor Bryan Singer, ese director que se ganó el respeto delos cinéfilos con «Sospechosos habituales» en 1995, parecían suficiente reclamo. Lo cierto es que lo fueron atrayendo a cantidades ingentes de fans, como demuestra su recaudación en taquilla, pero eso no significa que hayan salido satisfechos de la película a la que acudían con enormes expectativas después del buen sabor de boca que dejó «X-Men: First Class» de su amigo Matthew Vaughn.

La cuestión es que esta ‘intecuela», como Singer se congratula en denominar, no deja indiferente. Tras de sí, acumula grandes cantidades de detractores, pero también considerables dosis de adeptos.

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Abogando quizás por aumentar la notoriedad del filme, Singer dota a la cinta de cierto dramatismo, que si bien se queda en tierra de nadie a la hora de conseguir una pretendida profundidad, merma la característica principal de las películas de este tipo, la acción. Y es que los espectadores acuden a ver películas como ésta en arias de lucha, creyendo que los mutantes, sus poderes y sus batallas les harán evadirse de una realidad que, a veces, resulta incluso peor. En cambio, en esta ocasión se topan con problemas fraternales, histerias y corazones rotos y claro, muchos salen defraudados de las plateas.

Es no quiere decir que «X-Men: Days of Future Past» sea una mala película. Para nada. Simplemente que sacrifica la superficialidad de unas batallas infundadas por otras menos físicas pero más justificadas. Así, ganan protagonimo algunos personajes, como los de Jennifer Lawrence -en la piel (azul) de Mística- y un inconmensurable James McAvoy. Para algunos, esta dosis de drama que Singer incluye en el filme no estará a la altura de lo que buscaban y estarán en lo cierto si se compara con las pocas escenas de acción que se tramitan en la cinta, apenas una batalla que valga la pena considerar contra los centinelas, los grandes enemigos de los mutantes.

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Pero pese a los rechazos, esta ‘intercuela’ ha dejado más, ha matizado en otros aspectos y en algunos de ellos ha acertado. Gracias a ello, el público seguramente ha disfrutado de una de las escenas preferidas para la gran mayoría, la protagonizada por Mercurio (desternillante Evan Peters), un personaje que esperemos tenga cabida en la próxima.

Po otro lado, Bryan Singer ha hecho converger a dos generaciones en el filme, si bien es cierto que los de la generación adulta realizan apenas un cameo.

El director incluso se permite algún puñetazo en la mesa, un ‘aquí estoy yo y no me gusta lo que tú, Brett Ratner, hiciste con la tercera de la saga’.

A pesar de sus defectos, «Days of Future Past» se convierte en una de las mejores, sino la mejor de la saga, aunando diferentes elementos que, si bien necesitan de maduración, convergen a la perfección y ofrecen lo que muchos buscan al comprar la entrada, un espectáculo, pero uno bastante más completo.

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