Basada en las historia real del secuestro en 2009 por piratas somalíes al buque ‘Maersk Alabama’, capitaneado por Richard Phillips (Tom Hanks), convirtiéndose en el primer barco norteamericano abordado en doscientos años.
La película dirigida con un nervio implacable por Paul Greengrass pone a disposición del disfrute del respetable un sinfín de recursos técnicos que elevan la categoría del film, donde el sonido y el montaje se solapan convirtiéndose en protagonistas indiscutibles de la cinta.
La primera parte del metraje es lo más valioso de esta película, gracias a la tensión que Greengrass es capaz de implementar en cada escena del abordaje y otorgándole, dicho sea de paso, algo más de interés a una cinta que desde el momento en que comienza ya se sabe cuál será el desenlace, no por lo previsible de la trama sino simplemente por su catalogación inicial de biopic.
Pero sin duda, si a algo, o mejor dicho a alguien, hay que culpar de la sensación de que esta es una buena película es a los actores. El venerado y veterano Tom Hanks interpreta al capitán del buque mercante, un hombre con coraje que tomándose al pie de la letra la responsabilidad del puesto que ostenta defiende con uñas y dientes, y también mucho ingenio su barco y a su tripulación. Pero sin duda, donde se luce es en el tramo final, impactando con un sufrimiento desgarrador tras mostrarse durante el resto del metraje sorprendentemente tranquilo.
Por otro lado, el novato Barkhad Abdi da vida a Muse, el cabecilla del grupo pirata somalí que asalta el navío norteamericano. Sorprende que ésta sea la primera vez que se adentra en el mundo de la interpretación, y haciéndolo por todo lo alto (coronándose incluso con el sorprendete BAFTA a mejor actor secundario por encima de un Michael Fassbender demoledor en su papel en ’12 years a slave’).
El pulso interpretativo que mantienen estos dos actores se adueña de cada escena. Cada mirada es una descarga de electricidad que hace que no puedas desprender la mirada de la pantalla. Barkhad Abdi, quizá por su condición de recién estrenado en este mundillo, le echa coraje y su personaje no se ve superado por el avezado Tom Hanks, robándole no solo cada escena en la que se baten en duelo sino también la nominación al Oscar, no por que compitiesen en ambas categorías pero sí ha sido el único capaz de colarse en los apartados interpretativos.
Tom Hanks otrora fue el niño mimado de Hollywood pero parece que como capataz gusta más el somalí, que deja gags como el de «I’m the captain now!», que pasarán a los anales de la mente de los espectadores.
La habilidad de Paul Greegrass en dirección otorga al film un cariz que causa impresión, que atrapa en algunos momentos pero que, valga la redundancia, no impresiona lo suficiente para que se la recuerde como algo más allá del docudrama que realmente es. Sin embargo, es más profunda de lo que se puede apreciar en primera instancia, y esa complejidad se hace patente en la empatía que demuestra el personaje de Abdi: el espectador sabe que está atentando contra la seguridad de la tripulación del barco pero no puede evitar compadecerse y justificarlo, pues aunque sea el cabecilla del grupo, si de él dependiesen quizás las cosas se habrían encaminado por otros derroteros. Y es por ello, que probablemente el público se alegre de su «exoneración» final.
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